La cultura trash o cultura basura no nace de forma explícita, pero crece y se reproduce sin que se puedan considerar pautas estables en su desarrollo. En realidad ni siquiera obedece a una autoconsciencia, son movimientos que en muchas ocasiones evolucionan (o degeneran) gracias a la visión popular de hechos concretos. Por ejemplo, la iconografía pop que ha terminado derivando del nazismo, o, mas recientemente, la capacidad de reconvertir el terrorismo islamista en un concepto cerrado que tanto puede servir para facturar tramas “serias”, como para buscar los limites del humor.
El concepto de la cultura trash no es nuevo. Desde una perspectiva de los contenidos populares, probablemente lo mas adecuado seria situarlo a partir de los años 60 en entornos angloparlantes, cuando comienzan a aparecer críticos capaces de analizar los matices de la cultura pop separando aquello que simplemente obedece a las modas, de aquello que encuentra su origen en la necesidad del publico por ver reflejadas en los medios diferentes obsesiones. Un ejemplo de esto serian las películas de ciencia ficción norteamericanas de los años 50, un reflejo de la paranoia que se crea a partir de la guerra fría, que en un primer momento eran consumidas por las masas y que no pasaron a ser objeto de estudio ligero hasta que las nuevas generaciones consiguieron algún espacio en medios de difusión.
En España todo esto llego mas tarde. La particular historia política impidió que se pudiera crear algún tipo de corriente que estudiara la fenomenología pop, aunque en realidad, esta misma particular historia política propició que durante décadas se generara una increíble producción de contenidos eminentemente trash que tuvieron que esperar hasta los 80 para poder empezar a ser tratados, sobre todo en fanzines aunque con la ayuda de algunas publicaciones que siempre habían sido conscientes de la línea que separaba dos mundos bien diferenciados. El terror de pipas, el landismo, la factoria Ozores, el destape…, fenómenos que, de un modo u otro, respondían a los intereses de un país que no estaba especialmente interesado en comprenderse, aunque tampoco se lo habrían permitido.
El profesor Repronto nace hace 4 temporadas como una manera de acercarse al espíritu trash desde una perspectiva castiza, patria, muy nuestra. Fundamenta su discurso recuperando todo este bagaje mediático en el que el comic, el cine de género y la televisión tienen mas importancia que un libro de historia. Todo tan nuestro que cada capítulo ejemplifica el retruécano para jugar a entender el por qué de una producción de décadas a la que se da la espalda cuando esta hablando de la autentica intrahistoria del país. Con Raúl Minchinela al frente, y un gran equipo de colaboradores detrás, estos micro espacios constituyen píldoras de análisis de la sabiduría popular mas desfavorecida: aquella que se genera en función de dinámicas y a la que se le da la espalda según consideramos que “semos” mas europeos. Todos esos rasgos de estilo de un estado que hoy en día genera nueva basura en la que ya ni hay espacio para los creadores que, al fin y al cabo, en el pasado colaban muestras de personalidad en todas aquellas historias que debían superar los filtros administrativos.
No necesita el profesor Repronto de nuestra recomendación, pero nos apetece compartir este magnífico último capítulo.
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