Dice María Yañez en un interesante y recomendable reportaje que el audiovisual que viene nace en la red, aunque nunca se sabe qué nos depara el futuro porque
comenzamos a hablar de webdocumental con un intento de normativa en forma de manifiesto y terminamos con «relájate con las definiciones» y «haz lo que te dé la gana». En efecto, la historia del web-native cinema no ha hecho más que empezar y nadie sabe cómo va a ser, pero si algo parece claro es que se escribirá con líneas de código.
La programaremos nosotros si no queremos que nos venga programada. Le quitaremos incluso lo de «cinema» o «documentary» para evitar confusiones y debates con puristas, y relajarnos: será simplemente lenguaje web, con imágenes, movimiento, ritmo y otras cosas. Buscaremos significados hackeando significantes en busca de nuestra propia narrativa. Lo haremos juntos, lo compartiremos y ése será nuestro auténtico código fuente audiovisual.
Sin embargo, aun reconociendo el protagonismo que la socialización de la tecnología aporta, al margen del tamaño de la inversión o las tendencias del momento, el concepto sigue siendo el de siempre: contar historias.
Porque tampoco importa si esas historias son reales o ficcionadas, si hablan de futuro o del pasado, si se construyen o re-construyen, si son nuevas las imágenes o el enfoque que las trae a primera línea. Lo importante es el empoderamiento personal y/o colectivo para construir narrativas. Está claro que el criterio de división sectoriales es, probablemente, el más obsoleto de cuantos necesitan urgente revisión.
Ya en un informe previo, también muy recomendable, decía también María que con la realidad sí se puede jugar, entendido como las múltiples posibilidades de un futuro que lleva años entre nosotros, como este Histograma de la distribución emocional del mundo… conectado
Escaneando los blogs del mundo: la mitología moderna utiliza como metáfora un cielo de noche interactivo
El artista neoyorquino Jonathan Harris es experto en buscar esta emoción, y conseguirla, por medio de la programación, el diseño y la visualización de datos. Su proyecto “We Feel Fine” (2006) está programado para que un motor de búsqueda rastree en Google, en tiempo real, las frases escritas en blogs que empiecen por «I feel…», clasificando los resultados por fecha, por país, por género o por edad, de forma que podamos visualizar un mosaico de los sentimientos de muchas personas, sin ver su cara ni oír su voz, sólo procesando datos y obteniendo información sobre cuáles son los estados de ánimo, las ilusiones y frustraciones de un grupo de gente casi abstracto.
En la misma línea, “Lovelines” bucea por todas aquellas frases que empiezan por «I love…» o «I hate…» y va trazando la líea que separa el amor del odio, con su correspondiente paisaje emocional. El diseño de la interfaz está especialmente cuidado, y es un elemento imprescindible para implicar y emocionar al espectador/usuario. Pero el elemento clave en ambos proyectos es la interacción, el hecho de que no sólo tengamos que hacer clics más o menos guiados o aleatorios. Es nuestra búsqueda la que determina lo que vamos a ver, el tipo de datos que se nos van a devolver, y somos sujetos activos de esta búsqueda. En el fondo quien cuenta la historia somos nosotros con ayuda de la máquina, y el documental es más código que imagen
Hablamos de historias, de datos, de personas… Sin duda es la potencia del audiovisual.
Ei, non vira isto! Grazas pola entrada e pola mención, sobre todo a J. Harris. É que son moi fans. 🙂
Grazas a ti polos derroches de coñecementos compartidos, leñe 😀
Tengo que pararme con calma ante el post de María pero, sobre lo que se, es apasionante.
Siempre contando historias: “Buscaremos significados hackeando significantes en busca de nuestra propia narrativa. Lo haremos juntos, lo compartiremos y ése será nuestro auténtico código fuente audiovisual”.
Que genialidad de subrayado Tamara. Podemos añadir “hackeandonos a nosotr@s mism@s” porque a veces decimos o hacemos cosas que el tiempo coloca donde de verdad aporta valor. ¡Me lo quedo! 🙂