No se estilan los posts que desgranan cómo y porqué se hacen las cosas, y me parece una pena. No es la primera vez que se me pasa por la cabeza hacer algo así, pero al final el tiempo siempre termina siendo determinante.
El proceso de realización de Josman (#dMudanza) fue uno de esos que coinciden mal, o incluso MUY MAL.
Arrancó el 19 de agosto de 2014 al aparecer la noticia en La Voz de Galicia. Ese mismo día llamé al videoclub, y conseguí que Julia no me mandara a paseo cuando le dije que quería recoger este suceso (sobre todo teniendo en cuenta que era imposible que se acordara de mí).
Por cuestiones profesionales y personales no me cogía en un gran momento, pero había que hacerlo, así que al día siguiente ya me planté allí para empezar a acumular material. Aunque la intención era cerrar ese mismo mes, el local estuvo abierto un par de semanas más hasta que finalmente el 9 de septiembre me confirmaron que el 10 sería el final.
El 10 de septiembre, el mismo día en que la Vuelta Ciclista tenía colapsada la ciudad. No había más opciones, ni tiempo para pensar.
Confieso que me sorprendió la desidia ciudadana respecto al cierre, sobre todo la del gremio audiovisual. Me hubiera gustado un proceso colaborativo, pues en esas estanterías muchos quemamos nuestras retinas y tendremos diferentes recuerdos, pero no pareció despertar ningún interés. También barajé la posibilidad de crear un guiño freak llevando a antiguos clientes, pero no disponía de tiempo para orquestar tal cosa.
Así las cosas, y como tantas otras veces, fue “a la caída”: revisar como estaba todo, buscar motivos estéticos y tratar de adivinar qué diferencias me iba a encontrar durante el proceso de vaciado. Yo era un intruso, para Julia y Manolo era cerrar una puerta a 30 años de historia: no se me podía siquiera ocurrir la feliz idea de dirigir el proceso.
Aunque con diferentes adecuaciones a lo largo de los años, la estructura del videoclub permanecía invariable desde que lo trasteaba en los 90. Se encuentra situado en una de esas calles coruñesas complicadas para la luz por los desmadres verticales en lo que a construcción se refiere: mucha sombra, pero diferentes fugas de luz que a esas alturas del año rebotan bastante sol en la fachada de dos pisos. Además, en la parte trasera cuenta con claraboyas que extienden la presencia solar hasta la mitad de ambas plantas. La mezcla de esto, los techos pintados en un tono amarillento y los fluorescentes de dominancia fría, daban un resultado mortal.
En este tipo de situaciones, en el fondo muy frecuentes, no pierdo la cabeza con el balanceo en cámara: hace ya unos años que dejé marcado un preset intermedio, y sé que me permitirá corregir con mayor facilidad que lo que supondría estar adecuando la temperatura de color cada dos pasos. Además, para esta cámara (Canon XH-A1S) conseguí ya hace tiempo un perfil bastante neutro, por lo que me aseguro un cierto margen para poder manipular en postpo ciertos retoques básicos aunque trabaje sobre material HDV, guardándome incluso la posibilidad de recuperar cierta información en zonas de blancos (cosa a veces complicada). Evidentemente, a la hora de exponer tenía todo esto en previsión: si hubiera sobreexpuesto alegremente no tendría mucho que hacer.
En esta galería se pueden ver el antes y el después de algunos planos.
Por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera.
Como siempre, el trípode lo dejé en casa. Si puedo, lo evito, aunque luego me encuentre con que no habría estado de más llevármelo para un par de cosas…
Otro tripode Una foto publicada por Iago (@iagoglez) el
A menos que sea extrictamente necesario, y mientras me dure el pulso, no lo echo en falta. Prescindir de él me permite ser más rápido a la hora de buscar el plano, algo importante cuando te estás moviendo en espacios muy reducidos en los que tienes que apañártelas para pasar lo más desapercibido posible. En ese sentido, el corto de Alina Granados es el mejor ejemplo que puedo poner como resultado de tener que enfrentarme a movimientos limitados allí donde ni de broma puedes molestar a la persona retratada.
Tampoco usé más iluminación que la de mi móvil para el tramo final, algo que en realidad me encontré de casualidad el último día al asomar las narices en el pequeño almacén que aún permanecía intacto en la planta superior. El problema era la tonalidad azul del led de la linterna, algo que también tuve que eliminar en postpo.
En todo este tramo final fue donde dejé más fuerza a los colores, pero saturando, y no contrastando. En el etalonado eliminé portencualmente la información de color en los negros para que esa información de tonos tuviera mayor presencia según se acentuaba la luminosidad.
El tono general para el vídeo es apagado, con un cierto equilibrio en ocres pero sin tratar de anular los amarillos, que en mi cabeza estaban asociados con el recuerdo de las estanterías llenas de viejas películas ochenteras. Sí me esforcé por eliminar el efecto de los fluorescentes, cosa que en algunos momentos resultó complicada por el extraño efecto rebote que producían en la pintura de las estanterías, que, como se puede ver en un par de planos de la galería, en ocasiones parecían ser reflectantes.
Aunque durante la grabación aseguré una buena cantidad de planos detalle, mi intención pasaba en todo momento por usarlos lo más abiertos posibles, siempre atendiendo a las posibilidades que me prestaba el local para que a la hora de montar no resultaran confusos al dar forma al espacio. Los movimientos y panorámicas no resultaban sencillas precisamente por esto: las líneas que dibujaban las estanterías y pasillos obligaban a dedicar mucho más tiempo del que yo disponía.
Por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera.
La tarde del día 10 de septiembre era el momento de mayor relevancia: Julia y Manolo había dado aviso a antiguos empleados, familia y amigos para ayudar en el desmontaje final. Era una labor continuada y repetitiva que pensaban que les podría haber llevado incluso todo el día siguiente (catalogar, quitar protecciones, tirar copias…), pero cogieron un ritmo del demonio y fueron capaces de despacharlo. Esto para mí, claro, fue un “problema”, pues me supuso tener que acelerar lo máximo posible para que no se me quedara nada por el camino, puesto que no tenía la menor intención de falsear planos. Aparte, necesitaba apañármelas para que estuvieran cómodos conmigo por allí y no les importara verme con la cámara.
A la gente nunca le importa que la grabes, hasta que lo haces, es lógico. Si no somos los primeros en preocuparnos porque estén cómodos, malo.
Ese día, al despedirnos, les dije a Julia y Manolo que aún quedaría una última parte para poder finalizarlo: una conversación, una charla, que no entrevista, para recordar todo aquello, pero pasados un par de meses para que se perdiera la impronta del momento. Esto sucedió en diciembre, cuando yo ya tenía fecha del CGAI para el estreno.
Durante este tiempo me dediqué también a documentar determinados aspectos. Gracias a este proceso podría explicar, por ejemplo, lo diferente que fue la estrategia de introducción de los formatos de cinta a los de DVD, pero simplemente destacaré que localizar promos de aparatos de los 80 fue harto complicado. Aunque a día de hoy la red está plagada de nostalgia, raro es que esta se presente con un mínimo de calidad, y mucho menos con rigor. La cantidad de horas que pasé revisando material no las quiero puedo computar.
Las cortinilllas de distribuidoras las digitalicé yo mismo. Localicé algunas por youtube e intenté contactar con el uploader para pedirle permiso, pero la gente de google no estuvo muy acertada estableciendo canales de comunicación interna ágiles, así que para evitarme problemas de tiempos desempolvé mi vídeo y tiré de archivo. Más complicado, aunque parezca mentira, fue conseguir el ruido con el que abro el corto. Aquello que tantos quebraderos de cabeza nos daba en su momento es una señal imposible de conseguir si el aparato que la genera tiene sintonizador digital: inmediatamente la anula y proporciona señal neutra.
Finalmente conseguí localizar estos dos enlaces bajo licencia Creative Commons:
Tenía los brutos de cámara y tenía el material de archivo. Faltaba la conversación con Julia y Manolo. Nos reunimos una tarde en plenas navidades, con la ciudad de nuevo colapsada y percatándome en el último minuto de que mis micros de corbata los tenía cedidos. Ante la imposibilidad de atravesarla, usé un juego de micros de condensador. En un principio no tenía intención de capturar también imagen, pero como siempre llevo la GoPro encima grabé igualmente la sesión. Al final sí introduje dos planos en el montaje final, porque la magia del momento lo merecía, filia tabaquera incluida.
Hay casi dos horas grabadas de esta conversación que en ningún momento Isabel Iglesias y yo manejamos a modo de entrevista sino siguiendo el modelo de los Conversando Con, aunque en esta ocasión orientado a conseguir las voces de los protagonistas para realizar el audio en off del montaje final. En este audio al final dio mucho juego el propio efecto pareado de la microfonía: con los de corbata se habría podido editar igualmente para mantener los momentos en que los protagonistas se pisaban contando historias, pero de esta manera se consiguió con mucha más naturalidad. Para ello también respeté la diferenciación de canales.
Por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera.
Estos dos planos de GoPro fueron los que más tuve que tratar para eliminar la textura difusa derivada de la poca luz del día en que grabamos.
Reunido todo el material, me puse a montar a finales de diciembre, siendo la fecha de estreno el 10 de enero. Tras muchas vueltas, la estructura del timeline en el Final Cut era esta:
Como no me gustan, es extremadamente raro que use cortinillas de algún tipo, como mucho fundidos. En este caso dejé planteadas las transiciones a partir de la introducción de pistas de sonido: del primer anuncio de vídeo se salta al videoclub con la aparición de un autobus, y el siguiente salto al anuncio de Betacam lo realicé con el rugido de la F1 fundiendo las palabras de Manolo. Quería mantenerme lo más alejado posible de los 15 minutos de duración, y consideré que esta era la manera más adecuada de acelerar la narración.
Por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera.
En el espacio central eliminé el vaciado de estanterías por medio de una elipsis que ya había dejado prevista cuando grabé el primer día, puesto que la situación del pasillo central me parecía que podía dar buen resultado para enfrentarlo al momento en que ya no hubiera nada en los estantes. A partir de aquí todo el tramo final se termina contagiando de la propia energía que en el último día del videoclub transmitían los presentes recogiendo a toda pastilla.
En la edición se cayeron, lógicamente, muchas historias de los protagonistas. Era relevante hablar de los inicios, pero también tocar aspectos personales, aunque siempre refiriéndome al espacio del videoclub. Al fin y al cabo, Josman (#dMudanza) es la historia de un espacio, y por más que en torno a él puedan existir muchas aristas, en formato corto ni se me ocurría transgredir estos límites. Sin pretender adentrarme en los farragosos contextos de la nostalgia, enfrentaba el presente de un pasado que ya no tendría futuro.
Del arranque y el cierre no diré nada: en estas semanas me he sorprendido escuchando diferentes interpretaciones, y que la gente interprete me parece lo más bello que pueda pasar.
Tras reducir todo el material de edición de unas 5 horas a estos 14 minutos, realicé una exportación del timeline final pasando de HDV a Prores LT para poder etalonar sin problemas en Color (sigo siendo usuario del Final Cut 7, y no tengo intención de pasarme al X).
La música, por cierto, pertenece toda a la librería pública que ha habilitado youtube. Es la primera vez que paso por ahí, y muy bien. Supongo que el uso de estas piezas en breve se habrá masificado, pero que algo se repita no quiere decir que en general se haga buen uso. En este caso el tema Hydra del grupo Huma-Huma encajaba a la perfección con lo que tenía en mente para el final:
No soy de los que se sienten apurados a renunciar del uso de la música como elemento narrativo, si bien me cuesta entender que se pueda llegar al exceso, sea en presencia o en extensión dentro de mapa sonoro. Tampoco soy excesivamente dado a la fanfarria, y no puedo negar una querencia por cierto minimalismo. En este caso el matiz electrónico lo encontraba muy adecuado para hablar de algo como el vídeo doméstico, que parece que se va a terminar convirtiendo en una sombra alargada de los nuevos modos de vida que se introdujeron en los hogares allá por los 80.
A pesar del off y la música también he mantenido el sonido ambiente, pero después de varias vueltas no quise darle más presencia que la que yo mismo percibía estando allí. En cierto modo conectaba con el ruido de fondo de la cinta magnética, algo que también utilicé en algunos momentos del corto.
Esto podría ser un leve y apurado repaso del proceso, algo que, por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera.
El corto me ha ha resultado muy evocador, sugerente y cargado de antiguas sensaciones. La manera visual y sonora de contar la historia me ha encantado y alimenta todos esos recuerdos.
Leer el post y volver a ver el corto es un buen ejercicio para comprobar hasta qué punto el conocer la intrahistoria de las cosas te aporta una visión especial y un disfrute diferente.
A parte de estas cosas, pararse a hacer una entrada así, con los cómos y los porqués, más allá del resultado final, me parece un ejercicio didáctico excepcional, una vuelta de tuerca muy útil y por supuesto un acto de generosidad, humildad -por como está escrito- y valentía reseñable.
Algo muy extraño de ver por estas lindes virtuales.
Y no veas como se agradece.
Pues mira, más o menos lo que te decía yo en tu blog, nos hemos cruzado 🙂
“por supuesto, cualquier otra persona podría haberlo hecho de otra manera”
Hubiera sido un buen título 🙂
Ves? Hasta el título podría haberse hecho de otra manera 😀